Diario de yoga en India, capítulo 3

Apunto de entrar en la séptima y última semana del curso de formación de yoga en India. Tremendamente agradecida por esta oportunidad de poder cultivar mente, cuerpo y corazón de la mano de un verdadero maestro y yogi, de los que ya no se encuentran tan fácilmente.

Esta semana un día al final de la sesión de yoga de la mañana mis ojos comenzaron a derramar lagrimones, no podía parar, muchas emociones afloran con la práctica. Fue un momento mágico y muy conmovedor. La práctica de yoga hace que tus órganos se estimulen, y éstos se relacionan con diferentes emociones. No es la primera que me pasa que en una sesión siento que mis ojos comienzan a derramar lágrimas.

Me gustaría compartir un momento que viví hoy en el mercado de Mysore. Me paré en un puestito de la calle a comprar bananas a un señor mayor, sentado en el suelo en postura yogi, apenas tenía dientes, apenas hablaba inglés, y una servidora apenas habla Kannada, la lengua local. Le señalé un racimo grande de bananas unas 14 unidades, -eighty rupiees (80 rupias) me dijo en un inglés que perfectamente entendí-, le dí un billete y él me devolvió 20 rupias, y cuando ya estaba a punto de marchar, me miró, sonrió y me enseñó el billete que le había entregado, 200 rupias. Detallazo por su parte no quedarse con un dinero que perfectamente hubiera podido, yo di por hecho que le había entregado un billete de 100 rupias. Me dio el billete de 100 rupias de vuelta, y en ese momento sin pensarlo se lo devolví de nuevo en recompensa por su buena acción.

Los dos nos miramos por un instante y comprendimos todo sin necesidad de palabras.

Su acción, su honestidad, su disciplina diaria de vender fruta sentado en la calle infinitas horas, todo ello le convierte en un gran y verdadero yogi. 

Anterior
Anterior

Diario de yoga en India, capítulo 4

Siguiente
Siguiente

Diario de yoga en India, capítulo 2